Viaje a Estonia 4
(11 y 12-04-2015)
Para no romper la tradición, fin de semana libre y nos vamos de viaje. Esta vez por dos días, por lo que podemos aventurarnos a ir a un lugar más lejano.
Desde que llegué hay un lugar que me llamaba mucho la atención por las cosas que había leído y, sobre todo, por las fotos que había visto.
¿Será tan interesante como parece? ¿Qué mejor que verlo en persona?. Nos vamos a la isla de Saaremaa!!!
Fin de semana en la isla de Saaremaa.
Saaremaa es la mayor isla de Estonia. Está situada frente a la costa occidental del país. En la isla hay varios parques naturales y muchas cosas que ver que os iré contando luego.
La primera pregunta que surge es, ¿cómo ir desde Tallín? Hay varias opciones.
En avión. Hay una línea llamada Avies que tiene vuelos regulares. El vuelo dura unos 45 minutos (Tallín – Kuressaare) y sale por unos 50 euros el viaje completo. Problema: son aviones con muy pocas plazas, muy pequeños, y si la meteo esta regular, los suelen cancelar.
En bus. Desde la parada de autobuses de Tallín hay varias salidas diarias que por el módico precio de 15 euros aproximadamente y cuatro horas de viaje, te llevan hasta Kuressaare. La gran ventaja es que el billete de ferry para atravesar de Virtsu hasta la isla de Muhu ya está incluido, y por supuesto, el bus tiene ya reservada una plaza en el mismo. Desventaja: para en todos los pueblos habidos y por haber. Una vez en Kuressaare puedes alquilar un coche para moverte por la isla.
En coche. Si vas en invierno y ha sido muy frío, podrás conducir sobre el mar helado directamente desde Virtsu hasta la isla de Muhu. Aunque parece atractivo, en realidad no lo es tanto ya que en esa época en Saarema lo encontrarás todo cerrado y muchos caminos impracticables. La mejor época es la primavera o el verano. Entonces no te queda otra que ir conduciendo hasta la costa, y coger un ferry que te llevará a la isla de Muhu. Desde ahí puedes ir por carretera a Saaremaa cruzando un «puente» de unos 3 kilómetros y medio. Lo pongo entre comillas porque en realidad no se trata de un puente, sino que han conectado las dos islas con una lengua de tierra y han construido la carretera encima. Los precios del ferry son muy asequibles (un vehículo y 5 personas, unos 20 euros por trayecto), y dura media hora. El único inconveniente es que en época alta, es mejor sacar los billetes con antelación para asegurarte que tendrás sitio.
Tras meditar estas opciones, decidimos que lo mejor iba a ser alquilar un coche y tirar para Virtsu, donde cogeríamos el primer ferry disponible y seguiríamos por carretera durante los dos días.
Para variar, aunque habíamos mirado qué cosas interesaba ver, no habíamos planeado nada más. Alquilamos un coche el cual nos entregaron a primera hora del sábado, desayunamos y carretera y manta.
Este es nuestro coche: grande, cómodo y con un consumo muuuy elevado.
Teníamos un mapa con las cosas importantes tanto de la isla de Muhu como de Saaremaa.
Un mapa muy bonito, pero que todos habíamos mirado por nuestra cuenta. Resultado: cada uno tenía en su cabeza lo que le gustaría ver, pero no habíamos puesto nada en común. Segundo resultado: no habíamos definido una ruta que nos permitiera de una forma sencilla verlo todo. Tercer resultado: caos!!!
No adelantemos acontecimientos. Todo a su debido tiempo.
Primera jornada: bonito dia… ¿o no?
Como os contaba, salimos temprano del hotel, a eso de las ocho y media de la mañana, rumbo a Virtsu. No hay mucho que contar de este tramo. Unos íbamos charlando y oyendo música, y otros… sobando como marmotas. Lo más reseñable: el gran día que hacía, soleado y sin viento. Qué finde nos vamos a pegar!
Tras aproximadamente una hora, cuarenta y dos minutos y treinta segundos (es lo que tiene llevar navegador), llegamos a puerto. Simplemente hay que seguir las señales desde muchos kilómetros antes, que te llevan directamente al puerto de embarque.
¿Dónde compramos los billetes? Fácil. Hay varias calles de entrada, la mayoría con un cartel para «pasajeros con billete reservado» y una, con una casetilla roja, con un cartel que indica que ahí venden los tickets (kassa tickets).
Cuando llega nuestro turno, le indico a la amable señora que quiero un ticket para un vehículo y 5 personas adultas. El precio de todo asciende a 21 euros.
Junto a la ventanilla tienen pegado un papel con los horarios. Como podéis observar, hay barcos cada media hora aproximadamente. Podéis consultar mejor estos horarios aquí.
Una vez abonado el pasaje, continuamos y nos quedamos formando parte de la cola de vehículos que está esperando para cruzar al otro lado del charco. No tenemos que esperar mucho ya que, a los pocos minutos, llega nuestro barco.
Las grandes compuertas se abren e inmediatamente comienza a salir la carga. Pocos minutos después, nos toca a nosotros. Vamos que nos vamos!
Ya estamos a bordo. Hora de subir a cubierta a tomar un poco de sol y a dar una vuelta de reconocimiento.
El barco se queda en puerto el mínimo tiempo imprescindible. En cuanto estamos todos dentro, zarpa rumbo al puerto de Kuivastu, en la isla de Muhu.
Si tienes ganas de comer o tomarte algo, tienes a tu disposición dos cafeterías. En una de ellas incluso sirven comidas. También hay una tienda de artículos varios.
Cuando nos queremos dar cuenta, avisan por megafonía que estamos a punto de llegar a puerto, y nos piden que bajemos a los vehículos. Antes, echo las últimas fotos.
Antes de llegar al puerto, ya estaban las compuertas del barco abiertas, y en un plis plas ya estamos saliendo y recorriendo, por fin, las carreteras de Muhu.
Bueno, ¿y ahora que? ¿Para dónde vamos? Alguien sugiere seguir la costa, hacia el norte, para ver los acantilados de Raugi. Y para allá que nos vamos.
La carretera asfaltada nos dura muy poco, y tenemos que seguir por un camino de tierra muy poco transitado (no hay ni el Tato).
Cuando llegamos al lugar, aparcamos el coche y nos ponemos a investigar.
Mucho cartel, pero poco acantilado. O es una zona muy pequeña que está muy escondida, o mejor no llamarlos ni acantilados, porque nosotros no vemos na de na.
Tras deambular un rato, debemos continuar camino. ¿Hacia donde? Hacia el cráter! Hacia el CRATER!! HACIA EL CRATER!!!
Un poquito de por favor. Vamos a mirar el mapa, que en Muhu hay más cossa que ver, ¿no?. Por primera vez, sacamos el mapa, y lo miramos entre todos (más o menos). Vemos que hay una aldea llamada Koguva y un molino que nos pilla de camino hacia Saaremaa. Ea, tenemos un plan.
Seguimos la carretera de tierra para llegar a la carretera principal, y en nada nos plantamos en la aldea de Koguva. Esta aldea, del siglo XIX, es la que se encuentra en mejor estado de conservación de todo el país. En ella vive y trabaja gente, aunque al verla parezca que has viajado al pasado muchos años.
En el interior se encuentra el museo de Muhu, compuesto por algunos edificios de la misma época. No entramos ya que preferimos seguir paseando.
Me ha gustado mucho esta aldea. Los muros cubiertos de musgo, las viejas barcas, la tranquilidad y paz que se respiran… Y este maravilloso día tan soleado!
Volvemos al coche. Nuestra siguiente parada sera… el cráter! El CRATER!! EL CRATER!!! Nooo, primero pararemos a ver un molino antiguo que nos pilla de camino.
Pero de repente….
Tenemos una rueda pinchada!!!!!!!!!!!!!!!
Que no cunda el pánico. Estamos en la aldea de Koguva, en la pequeñisima isla de Muhu, en Estonia… seguro que debe haber un taller por aquí cerca… ¿o no? Vamos a morir!!!!!!!
Menos mal que nuestro super coche (super por lo de grande, porque en otros aspectos deja mucho que desear..) va equipado con un kit de reparación de pinchazos muy sofisticado.
Lo usamos y, oh milagro, parece que ya no se oye salir aire de la rueda. ¿y ahora qué?.
Tras tratar de descifrar lo que pone en las instrucción de uso, decidimos que lo mejor es mover el coche un poco, para ver si ha sellado bien, aunque con mucho cuidado, y sin correr mucho. Olvidamos la visita al molino, y ponemos rumbo a… el cráter! El CRATER!! EL CRATER!!! Nooo, aun no.
Volvemos a sacar el mapa y vemos que hay una ciudad (Orissaare) nada más atravesar el supuesto puente que une la isla de Muhu con la isla de Saarema. Ahí debe haber una gasolinera donde podremos comprobar si la rueda está bien y podremos llenarla de aire.
Aquí tenéis una imagen del gran puente colgante de Muhu. Como veis, de puente no tiene nada. Es un trozo de tierra que une a las dos islas, sobre el que han construido una carretera. A todo esto, vamos conduciendo tratando de no llegar a los 50 km/h. Esta parte del viaje se nos hace algo larga. Menos mal que Orissaare queda muy cerca.
Tras una media hora conduciendo, llegamos a la gasolinera en la que, cosas del destino, no hay compresor de aire. Comprobamos que la rueda sigue sin perder aire y que a simple vista parece estar recuperada. Menos mal.
Preguntamos en la gasolinera y nos indican que justo al lado hay un taller en el que nos podrán llenar la rueda.
Pedimos permiso al dueño, quien nos autoriza a usar su compresor de aire con un gruñido. Cuando terminamos, le damos las gracias, y nos responde con otro gruñido. Que persona más simpática!
Ya estamos en la isla de Saaremaa. El coche esta reparado. Tenemos muchas hora de sol aún por delante. Ha llegado la otra de trazar un plan en condiciones. Volvemos a consultar nuestro mapa y decidimos que primero tomaremos rumbo noroeste para ver una iglesia y una zona de molinos, luego bajaremos hacia el sur para ver, esta vez si, el cráter. Para terminar, iremos hacia la capital, Kuressaare, en donde pasaremos la noche.
Antes, para asegurarnos, llamamos a la empresa que nos ha alquilado el coche, para informarles de lo ocurrido y que nos digan si habiendo usado el kit, podemos continuar conduciendo de forma normal o no.
Mientras Donald llama por teléfono, Mickey observa divertido la escena (esta fotografía se adecua a la nueva normativa en vigor).
Nuestro contacto en la empresa de alquiler nos dice que podemos continuar sin problemas, que la reparación debería durar dos o tres días, por lo que no debemos preocuparnos. Menos mal. Sigamos camino!
Nos adentramos en la isla de Saarema, hacia el norte de la isla, en la que se encuentra la Iglesia de Karja. Esta iglesia queda muy cerca de los molinos de viento de Angla, por lo que mataremos dos pájaros de un tiro.
No es una iglesia como las que estamos acostumbrados a ver, pero tiene su encanto. Por dentro está decorada de una forma muy austera. Tras sacar unas fotos, volvemos al coche y…
Correcto. La rueda vuelve a perder aire. Cancelamos misión.
Nos ponemos de nuevo en contacto con la empresa y nos piden que vayamos a Kuresaare, donde inspeccionarán la rueda y nos dirán que hacer.
Nos montamos rápidamente, y salimos dirección a la capital. No podemos correr mucho, así que tenemos mucho tiempo de ir observando el paisaje. Todo lo que nos rodea es un paisaje rural. Bosques, campos de cultivo, granjas dispersas. También vemos enormes casas que tienen pinta de usarse únicamente en verano. No se debe vivir mal aquí.
De vez en cuando vamos mirando la rueda por el espejo retrovisor, para ver como sigue. Es una larga distancia la que debemos recorrer, más de 30 km. ¿Aguantará la rueda?
La respuesta la conocemos muy pronto:
Cuando nos quedan aproximadamente 10 km para llegar a nuestra salvación, oímos como la rueda ya no aguanta más y se rompe.
Aparcamos en el lateral de la carretera y volvemos a llamar a la empresa.
Tras varias conversaciones, nos dicen que van a llamar de una empresa de grúas, para recogernos y llevarnos a un taller en Kuressaare.
Nos llaman los de la grúa y nos dicen que tardarán un buen rato ya que están terminando otro servicio. Nos toca esperar unos 45 minutos.
Al rato vemos como pasa por nuestro lado una grúa amarilla cargada con una furgoneta que nos saluda. Debe ser esta..
Mientras esperamos, reponemos fuerzas con algún bocata que otro, y nos dedicamos a interactuar con la naturaleza que nos rodea.
Gracias al pinchazo conocemos a «rana», la cual trata de avanzar torpemente por la vegetación. Con nuestra inestimable y desinteresada ayuda consigue llegar a una charca cercana.
También descubrimos un gran hormiguero, en el que miles y miles de pequeñas hormigas se dedican a transportar alimentos de un lugar a otro. Algunas, no transportan nada. Defienden su casa. Cuando me doy cuenta veo que me están atacando y que tengo muchas subiéndome ya por el pantalón. Toca retirada discreta.
Tras más de cuarenta minutos, por fin aparece la grúa. Efectivamente se trataba de la misma que nos había saludado. El gruista es un poco particular. No deja de sonreír de forma extraña y casi se tira de los pelos al ver que éramos 5 personas. Nos dice que en la grúa solo puede llevar a dos, así que el resto nos tendremos que esconder en nuestro coche para que no nos vea la policía. La risa nerviosa que tiene continuamente, nos preocupa.
A continuación os dejo un completo reportaje de cómo suben nuestro coche a la grúa, y del posterior viaje escondidos de forma ilegal para que no nos multe la policía. Ha sido una forma diferente de viajar, pero muy divertida por cierto.
Tras unos veinte minutos, llegamos al taller. Nos bajan, y tras inspeccionar la rueda nos dicen que no se puede reparar, que hay que cambiarla porque esta rajada. Toca llamar de nuevo a la empresa de alquiler, y tras varias negociaciones y buscar una rueda adecuada (no tenían por lo que nos ponen una usada), conseguimos que, por fin, nos la cambien. Volvemos a tener el coche operativo.
Mientras tanto, la mayoría se va a comer a un restaurante irlandés cercano. Una vez resuelto el problema, nos reunimos todos y hablamos sobre como continuar el viaje.
El Mönus Villem se encuentra situado a la entrada de Kuressaare, en la calle Tallinna 63B. Es un típico pub irlandés, en el que te puedes tomar unas cervezas y también comer.
Son las dos de la tarde, así que nos vamos a ir al hotel a dejar las cosas y luego… esta vez si… a ver el crater!
Las habitaciones las habíamos reservado en el Hotel Arabella, situado en la calle Torni 12.
Tras facturar y dejar nuestras cosas en las habitaciones, salimos hacia Kaali, donde veremos los famosos cráteres de meteoritos.
Se supone que un gran meteorito, que se fragmentó en nueve partes, impactó en este lugar hace muchos años (unos 650 a.c.). El mayor de ellos tiene un diámetro de unos 110 metros. El resto es mucho más pequeño, y de hecho, si no te dicen que es un impacto de meteorito, pensarías que es un boquete que han hecho en medio del campo.
El grande merece la pena verlo. Se ha formado un lago en su interior y en los árboles de los alrededores podrás ver, entre otros, pájaros carpinteros.
Tras estar un rato sacando fotos, y ya que aun no era muy tarde, decidimos ir a ver un faro que se encuentra en la punta más al sur de la isla, en Sääre. Esta a mas o menos una hora de viaje, pero seguro que merece la pena.
Se trata del faro más alto de todo el báltico. Está situado en una lengua de arena en la que, al no estar protegida, corre mucho el viento y, por lo tanto, hace tela de frío. Os podéis imaginar como esta de fría el agua del mar. Aquí no se debe bañar mucha gente. También hay una especie de nido de ametralladoras un poco echo polvo, pero desde el que se tiene una bonita vista elevada de la zona. Solo hay que tener un poco de cuidado al subirse, ya que la vieja escalera no está en las mejores condiciones.
Se hace tarde y hay que volver a Kuressaare. Lo haremos por otro camino, y así vemos otras zonas.
Tan tranquilos vamos, cuando algo llama mi atención en un bosquecillo junto a la carretera… Un alce!
Tras frenar rápidamente y volver con el coche marcha atrás, para nuestra alegría, el alce aún sigue ahi. A simple vista, ya que está algo lejos, parece un burro, pero cuando le vemos las patas y se pone a caminar, no queda ninguna duda. Se trata de un alce.
Tras observarnos un rato, desaparece en la espesura. Ha sido una gran experiencia. Aunque había leído que se podían ver por la isla, no esperaba que tuviéramos tanta suerte.
Continuamos camino hasta que vemos otra cosa que nos hace parar: una línea de obstáculos antitanque!
En las afueras de Tallin ya habíamos visto un lugar en el que conservan un trozo pequeño de estas líneas de la Segunda Guerra Mundial, pero esta parece completa.
Tras sacar muchas fotos y pasear un poco por los alrededores, continuamos camino. Esta comenzando a ponerse el sol.
La carretera sigue paralela a la costa, y de nuevo paramos para admirar, esta vez, a un grupo grande de cisnes. Hay adultos y crías.
La carretera se acaba de nuevo y seguimos un rato por otra vía de tierra. Esperemos no tener más problemas con las ruedas…
Ponemos finalmente rumbo a Kureessare, para cenar y descansar, que ya toca.
Tras dar algunas vueltas con el coche por el centro, decidimos entrar a comer en el Pub Vaekoja, situado en la calle Tallinna 3.
El interior es muy acogedor y colorido.
La comida, barata, pero un poco escasa. Las pizzas no están mal, pero el plato de pasta que me pido, me deja con algo de hambre.
Tras cenar y tomarnos una cerveza, volvemos al hotel a descansar. El día ha dado mucho de sí. Lo que comenzó muy mal debido al pinchazo, se tornó en una aventura muy interesante y divertida. Hemos visto animales, lugares pintorescos y hasta un poco de historia. ¿Qué nos deparará mañana?
Segunda jornada: no, bonito día, no.
Nos levantamos temprano ya que hoy queremos ir a visitar el Parque Natural de Vilsandi, situado al oeste de la isla.
La habitación del hotel no esta mal, aunque en mi caso he pasado mucho frío. O había alguna ventana abierta, o no funcionaba muy bien la calefacción. El Wifi también iba regular. No obstante, para lo que pagamos por la habitación (30 las individuales y 42 las dobles), no nos podemos quejar.
Para desayunar, el día anterior habíamos visto una mini barra, por lo que pensábamos que sería muy escaso. Menos mal que justo delante de esa mini barra, hay un salón pequeño donde se desayuna y en el que hay lo suficiente como para irte saciado.
Hoy el día tampoco comienza bien. Esta lloviendo a cantaros. Es un fastidio porque lo primero que queríamos ver es el Castillo de Kuressaare.
Aunque el día sea tan malo, merece la pena visitarlo. Se trata de un recinto amurallado protegido por un gran foso, con un castillo cuadrado en el interior.
Accedemos al interior a través de uno de los puentes que cruzan el foso. No podemos visitar el interior del castillo en sí, ya que no abren hasta las 11 de la mañana, así que nos dedicamos a pasear bajo la lluvia para ver todo el recinto.
Como podeis ver, aunque el castillo no es de los mas bonitos que he visto, la muralla exterior con el foso y los torreones defensivos, hacen que el conjunto sea impresionante. Las vistas de los alrededores tampoco están nada mal. Una pena no haber tenido un día soleado como el de ayer.
Mojados, pero contentos, cogemos el coche para dirigirnos al oeste, rumbo a otra de las maravillas de esta isla: el Parque Natural de Vilsandi.
Aunque está en la otra punta, nos llevará únicamente media hora llegar. Es lo bueno de esta isla, que todo te queda muy cerca (si no vas con una rueda pinchada, claro). Hemos visto muchas fotos del Parque en las que aparecen focas. ¿podremos ver alguna?
Nuestro objetivo es llegar a Loona, lugar en el que se encuentra el Centro del Parque Nacional. Al llegar, aparcamos el coche y buscamos este Centro para coger algo de información y ver qué podemos hacer allí.
Aunque el edificio está justo allí al lado, resulta que esta cerrado. Solo abre entre semana.
La idea es ir a la costa para tratar de ver las focas. ¿Cómo vamos? Hay varias opiniones al respecto…
Hay varios carteles que indican senderos que se pueden recorrer a pie. Vemos que, aunque nos gustaría llegar hasta la parte más alejada, no nos va a dar tiempo hacerlo. Nos conformaremos con llegar hasta la parte de costa más cercana.
En este punto, comienza una pequeña discusión de grupo, ya que alguno prefiere ir en coche, y otros prefieren ir andando. Si bien en los carteles deja muy claro que esta prohibido ir en coche, cierto es que no hay ninguna señal de tráfico que lo indique y, además, se ven casas en las cercanías con vehículos.
Finalmente escogemos la opción de ir a patas, ya que así podremos disfrutar más de la naturaleza, aunque alguno no está muy convencido aun.
Lo que inicialmente es un camino de tierra normal y corriente, se va convirtiendo en un camino que se adentra por un bosque de coníferas, el cual cada vez es más húmedo y mas cerrado. Conforme avanzamos, el paisaje es más bonito.
Desde que llegamos al Parque ha dejado de llover, lo que hace que podamos disfrutar más de nuestro paseo. En un ratillo llegamos a la costa, la cual está cubierta de vegetación. ¿Dónde están las focas?
Se ven muchas aves acuáticas, pero focas, lo que se dice focas, no. Deben estar más al norte, siguiendo el sendero que vimos en el mapa, pero aquí no están. También es posible que vengan en otra época del año.
Sacamos unas fotos, y volvemos hacia el coche. Elegimos otro camino por variar, aunque es incluso más bonito que el de venida.
Aun queda mucho día por delante, así que continuamos con nuestro viaje. Nuestra próxima parada son los acantilados de Panga. Estos si son acantilados de verdad.
Inicialmente vamos a Tagaranna, situado justo enfrente de la bahía, ya que pensamos que desde allí se podrán ver muy bien. No lo hagáis, ya que la bahia es muy grande y desde el otro lado apenas se aprecian los acantilados. No obstante, el pueblo es bonito, y si no fuera porque se hace tarde y porque ha comenzado a llover de nuevo, sería interesante de visitar.
En Panga el problema es que es difícil hacerse una idea de lo altos que son.
Dejamos el coche en el aparcamiento (donde casi nos desnucamos todos por cierto debido a una historia que no viene al cuento ahora mismo…), y paseamos por los alrededores. No conviene acercarse mucho al borde de los acantilados, ya que no tienen ninguna protección, pero si no lo haces, es imposible ver el fondo. Solo encontramos un lugar en el que puedes hacerte una idea de la altura sin morir en el intento (o casi).
En España tenemos acantilados mucho más altos que estos, pero teniendo en cuenta que Estonia es un país muy muy plano, el hecho de que aquí puedas elevarte unos metros, llama la atención.
Vamos teniendo hambre, así que nos dirigimos hacia Metsküla. Según el mapa es la ciudad/pueblo más cercano y seguramente haya algún sitio donde llenar la barriga.
Efectivamente, llenamos la barriga… de aire. No encontramos ningún sitio abierto y se hace tarde. Tras pensar varias opciones, decidimos que lo mejor es tirar ya para Orissaare, y comer allí.
Vamos de camino, cuando pasamos justo por la zona de molinos que habíamos querido visitar el primer día, cuando pinchamos. Como hay una casa que parece un restaurante, paramos con la ilusión de poder comer algo. Nuestro gozo en un pozo, tampoco se puede comer allí, pero aprovechamos para sacar algunas fotos.
El hambre aprieta, pero tras un buen rato logramos llegar a Orissaare. Aparcamos junto a un restaurante, pero está cerrado. Tenemos hambre!
Vamos a mirar a otro que está mas alejado, y… si!! este esta abierto.
La casa es bien bonita, de madera pintada de roja, y el interior todo de madera también. Para pedir hay que acercarse a una especie de mostrador. Allí que voy y le pregunto a la señorita que está atendiendo si podemos comer 5 personas. Resulta que no habla inglés apenas. Le pido los menús, y me da unos cuantos. Problema: están en estonio.
Gracias al traductor de uno de nuestros teléfonos móviles (el cual es capaz de escanear una pagina, para luego traducirla), nos enteramos más o menos de lo que son algunos platos. Mas o menos.
Nos decidimos por cinco platos de pasta y cinco de albóndigas con patatas. Como los precios son muy baratos (unos 3 euros por plato), suponemos que serán platos pequeños. De bebida, unas cervezas (coca cola para el que conduce).
La señorita nos indica con gestos que es mucha comida, así que mantenemos los cinco platos de pasta, y reducimos a tres los de albóndigas, para picar. Pregunto varias veces si la pasta es picante, y la señorita me dice que no.
Esto es lo que nos traen. Como podéis ver, lo que pensábamos que era pasta, eran en realidad fideos con verduritas, picantes. Si, muy picantes. Las albóndigas, no estaban mal. Algunos no toleran muy bien el picante, así que tuvieron que dejar gran parte del plato. En mi caso, no deje ni un fideo por lo que acabé mas que saciado.
Tras los cafés (el con leche era gigante), solo nos quedaba una cosa por hacer: regresar al puerto de Kuivastu y coger el primer ferry que saliera para el continente.
El billete esta vez nos sale por 24 euros. Debe ser que cambian los precios en función del día o de la hora. Otra media hora y llegamos a Vistsu. Otra hora y media larga de coche que no voy a contar, y de vuelta en Tallín. Se acabó lo que se daba.
Lo que comenzó regular por culpa del pinchazo, ha acabado siendo un gran fin de semana. Hemos recorrido prácticamente toda la isla (mas de 800 km en total), hemos visto bosques, playas, acantilados, aldeas de otra época, y animales varios. Se nos quedan muchas cosas por ver, como la iglesia de Valjala, la cual queríamos ver por una razón que tampoco viene al cuento ahora. También me habría gustado haber tenido más tiempo para poder hacer una caminata en condiciones por el Parque Nacional de Vilsandi. Tendremos que volver ¿no?. Quien sabe…
excelente reportage muy curado
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