Viaje a Estonia 1
(30 enero a TBD de 2015)
Ya llevo algo mas de un mes en este pequeño pero bonito país. Aunque estoy aquí por motivos de trabajo, estoy teniendo la oportunidad de hacer algo de turismo.
En este primer capitulo os voy a contar lo que he estado haciendo desde que llegué hasta el día de hoy.
Viaje a Tartü (01-02-15)
Primer fin de semana aquí y me uno a un grupo de amigos que va a pasar el día a Tartü.
Tartü es la segunda ciudad más grande de Estonia. Ciudad universitaria y principal centro cultural e intelectual del país.
Alquilamos dos coche y nos preparamos para los 186 km que nos separa de nuestro destino.
Hoy hace un día bastante malo hay mucho hielo y nieve en la carretera y no deja de nevar. No es el mejor día para hacer un viaje, pero mejor eso que quedarnos encerrados en el hotel.
Nada más salir tenemos el primer incidente. Yo voy conduciendo el segundo coche, y veo como el primero va derrapando a derecha e izquierda. Pienso que están haciendo el tonto, pero mas tarde me cuentan que la dirección del coche estaba echa una mierda y que el coche se iba para todos lados. Estando la carretera como está, no es nada seguro conducir así
Tras unas dos horas conduciendo bajo el temporal de nieve, y con algún que otro susto para los del coche de cabeza, que sigue yéndose para todos lados, llegamos a Tartü.
Tras callejear un poco, aparcamos muy cerca de la plaza del Raekoja, donde se encuentra el Ayuntamiento.
Aunque ha costado llegar, merece la pena ya que esta todo nevado y resulta bonito. Sacamos algunas fotos y nos dirijimos a la oficina de turismo que se encuentra allí mismo.
Nos indican que la parte bonita de ver se encuentra a lo largo del río y nos recomiendan una zona para ir a comer.
Dedicamos el resto de la mañana paseando por la ciudad. Debido al mal tiempo no hay mucha gente en la calle y hace tela de frío, pero encontramos algunos rincones interesantes.
Tras visitar la parte del río y alrededores, nos vamos hacia la parte alta de la ciudad, donde hay un parque (cubierto por la nieve) y las ruinas de la Catedral de Tartü.
Cuando llega la hora de comer, entramos en una pizzería, pero como estoy helado me pido un cuenco de pasta y salmón. Van llegando las pizzas, y mi plato, como no, el último. Esta muy rico y calentito, así que ha valido la pena la espera.
Tras almorzar, se echa la tarde encima, así que tomamos el camino de vuelta a Tallín. Ha sido una visita interesante, hemos comido bien y hemos pasado un muy buen rato, que es de lo que se trataba. Hasta la próxima.
Viaje a Paldiski (15-02-15)
Hace unos días, mirando una web sobre Estonia, vimos que en Paldiski hubo en su día una ciudad secreta soviética con una base de submarinos. Suena bien, ¿verdad? Hoy vamos a hacer una escapadita para conocerla.
Hay un tren que te lleva desde la estación de Tallin, así que hemos decidido hacer el viaje en este medio y así, de paso, vemos que tal son.
El trayecto es solo de una hora. ¡Allá vamos!
Nos levantamos temprano ya que el tren que queremos coger sale un poco antes de las 10:00. A llegar a la estación vemos que están todos los edificios cerrados. No obstante, de los varios trenes situados en los andenes, hay uno en el que pone “Paldiski”.
Tras dar varias vueltas sin encontrar dónde comprar los billetes, hemos preguntado en una furgoneta donde vendían pasteles (el equivalente a nuestros carros de churros, pero a lo Estonio). La señora nos dice que habla un poco de inglés, pero luego nos da todas las indicaciones en ruso. Menos mal que el lenguaje de las manos es universal.
Nos dice dónde ir y tras seguir sus indicaciones llegamos a la entrada de un edificio en el que hay un supermercado. Tras mirar un poco vemos que unos carteles indican que los tickets se pueden adquirir en la planta de arriba, así que subimos.
Arriba encontramos la ventanilla de la estación de tren. Una amable señora, tras preguntarnos hacia donde nos dirigimos, nos anota en un papel a qué hora sale el tren (09:57) y el andén en el que está el tren (el número 6). Luego nos indica dónde se encuentran los trenes (cosa que ya sabíamos) y nos dice que nos vayamos para allá. Seguimos teniendo una pregunta: “¿dónde se compran los billetes?”.
La señora nos indica que los podemos comprar dentro del tren.
Volvemos a los andenes y, tras un pequeño incidente con un personaje local que ya a estas horas va hasta arriba de vodka, entramos en el tren.
Me sorprendo de lo modernos que son. Me esperaba otra cosa más cutre. Además de amplios, cómodos y limpios, los vagones tienen wifi.
A las 09:57 en punto, sale el tren. Se nos acerca la revisora y pagamos los 2,80 euros que vale el billete (¡qué barato!).
Durante el trayecto nos dedicamos a sacar fotos y vídeos varios y antes de que nos queramos dar cuenta, ya estamos llegando.
A las afueras de la ciudad hay cantidades ingentes de troncos apilados. Miles y miles de troncos esperan para ser transportados en tren. Debe ser este un centro maderero muy importante.
Nos bajamos y lo primero que vemos es una bonita estación, que está totalmente cerrada (que raro…). Justo al lado hay un bunker. La poca gente que se ha bajado con nosotros se dirige en la misma dirección, así que los seguimos.
Tras salir de la estación vemos que no hay mucho en los alrededores. Para ser más preciso, no hay NADA (si no contamos unas enormes montañas de escombros).
Siguiendo la calle se ven edificios, así que continuamos andando. Nos cruzamos con varios edificios antiguos abandonados y vamos viendo un barrio residencial compuesto por edificios feos típicos de la época soviética. Seguramente más adelante estará la parte moderna de la ciudad. Esto deben ser los suburbios…
Caminamos y caminamos, y vemos una iglesia y un puerto, que también está cerrado. El resto, más edificios feos de viviendas. Por ahora, nada de bares, nada de tiendas, nada de NADA.
Andamos y andamos, y andamos… y ¡NADA!. Se acaba la ciudad y no hay na! ¿Dónde está la antigua base de entrenamiento de submarinos nucleares, esa en la que trabajaban más de 15.000 personas y era la más grande de todo el imperio soviético? Ni rastro de ella.
Conseguimos encontrar un supermercado y entramos buscando un mapa o algo que nos pudiera orientar, pero no hay na de na. Nos abastecemos de agua por lo que pudiera pasar y seguimos la búsqueda.
Solo vemos más de lo mismo: edificios de viviendas feos, algún parque pelao, un mercadillo muy cutre (y cuando digo “muy cutre” me quedo corto), una iglesia más (ésta muy bonita) y… NADA MÁS!
Comenzamos a preguntar a la gente pero nadie habla inglés. Tras más de una hora andando y pasando tela de frío, decidimos que lo mejor es coger el próximo tren de vuelta a Tallin, para comer allí (ya que aquí no hemos visto ni un solo sitio en el que podamos hacerlo).
Camino de la estación hacemos un último intento preguntando al personal de guardia del puerto, quienes se encogen de hombros al preguntarles sobre que ver en la ciudad. Creo que no se pusieron a descojonarse de risa por respeto a nosotros.
Llegamos a la estación y el tren en ya está allí (si es que alguna vez se fue). Aunque queda más de media hora para que salga, nos metemos dentro por dos razones principalmente. Una de ellas, es que ese está calentito, y la otra, que hay aseos y podemos hacer pis, ya que en la ciudad tampoco hemos encontrado sitio alguno donde hacerlo (que no fuera en plena calle, claro).
Conectamos los móviles al wifi para pasar el rato hasta la salida, y buscamos información sobre Paldiski. Quizás debíamos haber hecho esto antes…
Nos enteramos de que efectivamente existió una gran base soviética en la ciudad, pero que ya no queda nada de ella ya que construyeron el puerto actual encima. Normal que no encontráramos nada…
Pasa el tiempo, llega la hora de salir, abonamos de nuevo los 2,80 euros, nos acomodamos un poco (alguno incluso se echa una siestecita) y vuelta a Tallin.
Al llegar, tratamos de comer en el Rataskaevu 16 pero, para variar, está completo. Reservamos mesa para la siguiente semana.
Nos vamos hacia el centro comercial Solaris, donde hay un restaurante Italiano del que nos han hablado muy bien (Vapiano).
Nada más entrar te dan una tarjeta, como las del banco. El comedor está muy bien ambientado.
El método que emplean es muy curioso y efectivo. Hay varias cartas, de pasta, pizza, ensaladas, entrantes, postres… Para pedir cada cosa tienes un mostrador diferente donde has de ir a pedirlo.
En mi caso, quería pasta, así que me fui a uno de los mostradores que había para pasta. Cuando llegó mi turno, veo que está montado en plan wok. La señorita me pregunta primero qué tipo de pasta fresca quiero, de todas las que sirven (y que preparan ellos mismos en el restaurante). Elijo tagliatelle con pollo picante y, mientras va cociendo la pasta, me va preparando el pollo y la salda delante de mí, preguntando de vez en cuando por algún ingrediente.
En cuestión de unos minutos tengo un delicioso plato de tagliatelle con pollo picante entre mis manos ¡qué rico!
Para mis compis que han elegido pizza, el procedimiento es diferente. Vas a uno de los mostradores de pizza, dices lo que quieres y te dan un artilugio para que esperes sentado mientras te la preparan. Cuando la pizza esta lista, esta especie de llavero gigante comienza a vibrar y a iluminarse. Vuelves al mostrador y te lo cambian por tu pizza. No tardaron mucho en tenerlas.
Para los postres hay otro mostrador al que voy al final a por un helado.
A todo esto, importante comentar que en cada mostrador, cada vez que pides algo, tienes que pasar la tarjeta que te dan al principio por un lector y te van cargando el precio de cada cosa para que lo abones al salir.
Yo he pagado 13 euros, así que el precio no está nada mal (y la pasta, para chuparse los dedos).
Tras comer, volvemos al hotel para descansar un poco y un poco más tarde… de compras al enorme centro comercial de Ülemiste (donde puedes encontrar casi de todo).
Jornada de pesca sobre hielo (07-03-15)
Hoy unos amigos estonios nos han invitado a pescar sobre hielo. Aunque no se exactamente de que se trata, suena muy divertido.
Salimos del hotel temprano, ya que tenemos que llegar a un lago helado que se encuentra en la ciudad de Viljandi, al sur.
El viaje se nos hace algo largo y aburrido, ya que, pese a que algunos tramos son de autovía, la velocidad máxima permitida es de 90km/k. Como hay montones de radares, hay que respetar esa velocidad.
Tras más de dos horas, llegamos a Viljandi. Es una ciudad de casitas de coloridas casitas de madera. Esto pinta bien.
La primera parada la hacemos en una tienda de pesca, aunque por fuera no lo parece.
Allí nos equipamos con la caña y el señuelo necesarios para la pesca. Antes de venir, nuestros amigos nos habían provisto de unas botas para el hielo muy chulas, parecidas a unas botas de agua, pero más calentitas. Antes te tienes que poner una especie de calcetín aislante de algo parecido al fieltro. Se supone que puedes estas a muchos grados bajo cero sin problemas con ellas.
La primera sorpresa del día es la caña de pescar. Esta parece de juguete. Mide algo así como un palmo y es de plástico. Parece muy débil pero nos dicen que es más que suficiente para los peces que hay en el lago.
Nos ayudan a colocar el señuelo en el sedal y ya estamos listos para la pesca.
Volvemos a coger el coche, aunque esta vez será para un tramo muy corto. Tras bajar una pronunciada cuesta llegamos a nuestro destino: el lago helado de Viljandi.
Segunda sorpresa de día: es enorme.
Como pensamos estar varias horas pescando, nos abrigamos bien, comenzando por las botas. Abrigo, gorro, guantes… cualquier cosa es poco.
Una vez equipados para el frío extremo, comenzamos a caminar hacia la orilla. Seguro que el hielo aguantará nuestro peso, no?
Nos cuentan que la semana anterior habían habido una carrera de coches sobre ese mismo hielo, así que, si aguanta un coche, nos debe aguantar a nosotros.
Con mucho cuidado comenzamos a caminar sobre el hielo y… aguanta de sobra.
El lago y los alrededores son muy bonitos. Es increíble ver como se ha podido congelar un lago tan grande.
Cuando llegamos al lugar elegido por un pescador de la zona que nos acompaña, nos da una pequeña clase sobre como debemos pescar.
Lo primero es hacer un agujero en el hielo con una especie de sacacorchos gigante que traemos. Tras hacer el hueco, hay que liberar el señuelo hasta que notemos que llega al fondo del lago (unos 8 o 9 metros). Ahí lo dejamos y cada ratito debemos tirar hacia arriba de el, con un movimiento rápido. Un pequeño tirón, para simular que el «pez» se esta moviendo». Si después de tirar 5 o 6 veces no pica nada, debemos recoger un poco de sedal, y repetir la operación. Así hasta que el señuelo llegue a la superficie.
Se vuelve a repetir la operación un par de veces, y si no hay suerte, toca moverse y probar con un nuevo agujero.
Nos separamos todos, ya que es conveniente guardar una distancia de seguridad entre agujeros de unos 5 metros y comenzamos…
Resulta que las cuchillas del «sacacorchos» solo cortan en una dirección, por lo que algunos al principio nos resulta imposible hacer el agujero, hasta que nos damos cuenta y cambiamos el sentido de giro. En cuanto lo haces bien, notas como el sacacorchos gigante se va clavando en la capa de hielo y en un plis plas ya tienes un agujero hecho.
A pescar se ha dicho.
Señuelo hasta el fondo, y a pegar tironcitos…
No pica nada. No pasa nada. Recojo un poco de sedal y repito la operación…. nada.
Tras un rato, vuelvo a tener el señuelo fuera del agua, y ningún pez ha picado. No hay problema. Repetimos.
En esta zona no debe haber peces. Voy a hacer otro agujero.
Otro rato pescando, y el mismo resultado.
Tercer hoyo… cuarto hoyo…. quinto hoyo…. ¿Seguro que hay peces el este lago?
Por suerte para mi, el resto tiene la misma suerte que yo. Hemos estado varias horas, el frío cada momento que pasa se aguanta peor, y se acerca la hora de comer.
Decidimos finalizar la jornada de pesca, con la pena de no poder haber pescado nada, pero felices por la nueva experiencia.
Como anécdota deciros que me he traído unos guantes de lana muy calentitos. ¿Problema? que el señuelo esta lleno de anzuelos, los cuales se me han clavado multitud de veces en todos lados especialmente en los guantes. Menos mal que he traído una navaja, porque he tenido que cortar la lana varias veces para poder liberarlos.
Recogemos nuestras cosas y volvemos caminando a la orilla. Nadie se resbala, aunque alguno no se cae por muy poco.
Tras volver a los coches, nos quitamos las botas y tratamos de entrar en calor. Tengo las piernas heladas!
Es necesario encontrar un sitio calentito donde reponer fuerzas.
Volvemos a la tienda de pesca y vemos que justo al lado hay un restaurante Armenio. Nuestros amigos nos dicen que ahí se come bien, así que entramos. Que calentito se está aquí.
En la carta tienen muchos platos típicos armenios, aunque nos recomiendan los que llevan carne a la brasa, ya sea pollo, cerdo o cordero.
Yo me decido por cerdo.
No tardan mucho en traernos la comida y me sorprende lo rica y jugosa que esta la carne. Para chuparse los dedos. Va acompañada de ensalada (o algo parecido) y patatas fritas, por lo que quedo completamente saciado. Los que han pedido cordero cuentan que está muy rico también.
Tras reponer fuerzas y recuperar el calor perdido en el hielo, y por un precio módico (15 euros incluyendo las bebidas), salimos para dar un paseo por Viljandi.
En primer lugar vamos a ver la iglesia de San Juan.
No podemos entrar ya que se está celebrando un oficio, por lo que continuamos para ver las ruinas del castillo de Viljandi.
No es que quede mucho en pie, pero debido a la elevación del terreno, hay unas vistas muy buenas de todo el lago.
Paseamos un rato por los alrededores, antes de volver al coche. Me encantan estas casitas de madera tan coloridas.
Toca irse, así que nos montamos en los coches y salimos de vuelta a Tallin. Otras dos horas y pico desesperantes a 90km/h (echo de menos mi coche).
Y esto es todo. Hemos pasado un día diferente, interesante, y aunque sin suerte, hemos realizado una actividad que no puedes hacer en muchos sitios, especialmente en España.
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