Viaje a Estambul.

Viaje a Estambul (Turquía)

(25 al 28 de mayo de 2007)

En Turquía he estado muchas veces. He podido disfrutar en varias ocasiones de su capital política y administrativa, Ankara, y de la que podría ser su capital religiosa, Konya. Aunque estas dos ciudades tienen su encanto, no se pueden comparar con la bella Estambul. Sin lugar a dudas, es una de esas ciudades que hay que visitar en la vida.

bandera Turquía

La verdad es que este viaje no fue planeado. Tenía unos días libres y no sabía adonde ir, así que busqué vuelos baratos en mi buscador favorito. Y así es como, de un día para otro, tome un avión rumbo a una de las ciudades mas maravillosas en las que he estado.

Estambul, también conocida como Bizancio o Constantinopla en otras épocas, es actualmente la ciudad más poblada de Europa y se encuentra dividida entre dos continentes: a un lado del Bósforo se encuentra la parte europea y al otro, la parte asiática. Además, en esta ciudad conviven en armonía las tres principales religiones: islam, cristianismo y judaismo.

Como la ciudad es tan grande, decidí que iba a pasar estos pocos días en la zona central, la que rodea al Bósforo, que es también donde se encuentran los lugares más significativos de la ciudad. Dejo pendiente para otro viaje la parte asiática, que seguramente tenga su encanto también.

Me alojé en el hotel «tria Istanbum», muy cerca de la Mezquita Azul y de Santa Sofía.

Hotel Tría Istambul

Primera jornada: De iglesias y mezquitas.

Llegué a la ciudad muy temprano, así que tenía todo el día por delante. Mi plan para hoy era pasear sin rumbo, como me gusta hacer, por la zona de la plaza del Sultan Ahmet, muy cerca del hotel, y alrededor de la cual se encuentran situados dos de los monumentos más emblemáticos de la ciudad: la mezquita azul y la iglesia de Santa Sofía.

Tras un ligero desayuno en el hotel, salí a caminar. Hacía un día soleado, así que disfrute mucho paseando por las callejuelas y por la gran plaza del Sultan Ahmet, y sobre todo, de las vistas de los enormes monumentos ya citados.

Me gusta mucho el mundo árabe, así que aquí me encontraba como pez en el agua. Todavía era temprano, así que no quería ir a visitar nada todavía. Prefería seguir paseando sin prisas, y así estuve un buen rato hasta que llegué a un pequeño bazar. Era solo una calle, pero tenían cosas de las que me gustan. No obstante, hice el esfuerzo de no comprar nada ya que aun tenía todo el día por delante.

Tras mirar mucho y no comprar nada, me fui hacia la Mezquita Azul, fácilmente reconocible porque es la única en Estambul que tiene seis minaretes. Había mucha gente entrando para orar, así que me quede fuera, admirando la belleza de esta gran mezquita. No tenía claro si se podía visitar por dentro o no, así que lo dejé para mejor ocasión.

Como podéis ver, se trata de un edificio increíblemente bello.

Tras un buen rato, me dirigí hacia la Iglesia de Santa Sofía, situado enfrente de la Mezquita Azul. Actualmente es un museo. Es un lugar que siempre ha sido mágico para mi. Había visto muchas fotos y el hecho de que haya perdurado durante tanto tiempo, independientemente de la religión dominante, lo convierte en un monumento muy especial.

Por desgracia, gran parte del interior estaba en obras de restauración, por lo que no pude disfrutar completamente de su grandeza. No obstante, pese a los andamios, me sentí muy pequeño dentro. Es un edificio enorme y de una belleza sin igual.

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En las fotos se puede apreciar perfectamente la historia que encierra estos muros. Inicialmente, en el siglo IV, cuando se construyó, y hasta el siglo XVI, sirvió como catedral católica de Constantinopla. Tras la conquista de la ciudad por el Imperio Otomano, el edificio fue transformado en Mezquita, hasta el siglo XX cuando se comienza a utilizar como museo. Pese a estos cambios, tanto cristianos como musulmanes, respetaron la decoración y las pinturas, ocultándolas algunas veces, pero nunca destruyéndolas. Gracias a este respeto, podemos hoy admirar unos maravillosos frescos ortodoxos por toda la Iglesia.

Seguidamente, continué mi paseo, sin saber muy bien hacia donde dirigirme. Tras pasear por varios parques, llegue a lo que parecía un castillo (la puerta de entrada era clavadita a la del castillo de playmobil). Se trataba del Palacio Topkapi, una gran extensión de edificios y parques rodeada de una muralla. La que un día fuera residencia del Gran Sultán, es actualmente un museo de la época imperial, donde se pueden visitar desde las salas del tesoro, al harén y salas del Sultán, hasta las cocinas reales. Es un recinto enorme donde puedes emplear todo el tiempo que quieras. Además, los jardines son muy bonitos y un buen lugar para descansar y relajarte.

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No vivía mal el Gran Sultán, ¿eh?. Desde uno de los patios se tiene una muy buena vista del Bósforo. Habrá que ir a darse una vuelta en barco, ¿no?.

Y así finaliza el primer día. Mañana, más.

Segunda jornada: de paseos en barco y rezos en la Mezquita Azul.

Hoy me he levantado temprano con un objetivo: darme un paseo en barco por el Bósforo. En el hotel me indican donde puedo coger el barco y hacia allí me dirijo.

Antes de llegar, me encuentro con el Bazar de las Especias. El barco puede esperar ;). Me encantan los bazares y mercadillos, y este no me defrauda. Repleto de gente vendiendo y comprando, productos por doquier, olores, sonidos… me encanta!

Tras disfrutar del bazar (y comprar alguna cosilla), continúo camino hacia  los muelles de Eminönü, lugar desde el que salen varios ferrys. Me decido por una excursión que dura unas dos horas y media, que recorre el Bósforo en ambos sentidos, y que incluye una visita al Palacio de Dolmabahçe.

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Durante el paseo en barco, nos van contando la historia de la ciudad, las diversas invasiones y muchas curiosidades, como el hecho de que en la antigüedad cerraran el canal con cadenas para impedir que pudieran pasar los barcos.

En este barco trabo amistad con una pareja de kuwaitíes muy simpática que se encuentra de viaje de novios. Me contaron que ahora vivían en Nueva Zelanda, ya que habían tenido que huir de su país tras la invasión del mismo por parte de Sadan Hussein. Hablamos de muchas cosas, y entre ellas les conté que aun no había podido visitar la mezquita azul porque no sabía si se podía entrar o no. Para mi sorpresa, me dijeron que, al ser viernes, tenían pensado ir a rezar a última hora, y me invitaron a ir con ellos. No sabía que decirles, ya que no se trataba de ir de visita, sino a rezar con ellos. Les dije que era cristiano, y que no sabia rezar, pero ellos me dijeron que eso no importaba, que me enseñarían y que lo importante era rezar con respeto, daba igual la religión de la que fueras. Al principio la idea no me gustaba. Bueno, si me gustaba, me parecía algo increíble poder entrar en la gran Mezquita Azul a rezar, acompañado de mis dos nuevos amigos, pero me echaba para atrás en hecho de no saber si sabría hacerlo bien, o si se notaría mucho que no era musulmán… Como siguieron insistiendo y me caían tan simpáticos, al final acepté. ¿Dónde te estas metiendo Diego????.

Bueno. Charlando estábamos cuando el barco hizo una parada para visitar el Palacio de Dolmabahçe, que era uno de los que habíamos visto en una de las orillas. Las orillas del Bósforo están llenas de palacios, palacetes y grandes casas señoriales. Aun existen algunas casas de madera, muy antiguas.

El Palacio de Dolmabahçe, es un palacio de estilo europeo donde residió el Gran Sultan y también, en sus últimos años, Atatürk, el fundador y primer presidente de la Turquía Moderna.

Solo decir que este palacio puede  competir en lujos y belleza con muchos de los palacios europeos.

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Tras la visita al palacio, volvimos al puerto, y me despedí de mis amigos hasta la tarde, cuando me darían un cursillo rápido sobre como rezar.

Cuando empezaba a anochecer nos volvimos a encontrar cerca de la puerta de la Mezquita Azul. Allí la chica se despidió de nosotros (la verdad es que no recuerdo el nombre de ninguno de los dos) ya que ella tenía que ir a rezar a otra zona, y los hombres nos quedamos solos. Entramos (con el pié derecho, primera cosa que aprendí) en el patio de la mezquita, y me enseñaron como debía lavarme. Tras hacerlo, me explicó que las cinco oraciones del día eran todas diferentes, y que la última del día, que es a la que íbamos a ir nosotros, era la mas larga (¡bien!). En realidad, se trataba de repetir más veces los movimientos que me enseñó, así que no parecía demasiado complicado. Me dijo que el iba a estar a mi lado, y que si me perdía, que hiciera lo que el hiciera.

Muy nervioso, sea dicho, entramos dentro de la Mezquita. Recuerdo que el interior era enorme y… rojo! si, la enorme alfombra era roja. Yo pensaba que sería todo azul, pero no. La mayoría de los mosaicos de paredes y bóvedas si que eran azul, pero el suelo, rojo.

Como aun faltaba para la oración, nos sentamos y repasamos los movimientos. Se veían muchos grupitos de hombres, leyendo o charlando animadamente. El lugar era muy acogedor y transmitía paz. Disfrute mucho ese ratito en silencio.

Al rato, mi amigo me indicó que ya iba a comenzar la oración, y vi como empezaba a entrar una gran cantidad de gente (todos hombres, las mujeres no se donde rezarían) y se iban colocando por filas. Yo y mi amigo nos pusimos en una. En nada, la Mezquita estaba prácticamente llena. No sabría decir cuanta gente había allí, pero no me quedo corto al decir que había miles. Y entre todos esos miles de devotos musulmanes, ahí estaba yo :).

Empezó la oración, y traté de centrarme en lo que estaba haciendo. No se trataba de hacer el paripé, moviéndome simplemente como los demás. Aproveché para rezar, a mi manera, ya que, aunque no soy muy religioso, el lugar y el momento invitaba a hacerlo. Cuando finalizó la oración (no se notó que yo era un «intruso» ya que conseguí hacerlo todo bien), mi nuevo amigo me regaló un librito pequeño, con frases célebres del corán traducidas al ingles, libro que aun tengo en mi poder. Me gusta mucho porque las frases son frases de vida. Me refiero a que son frases que se pueden aplicar a todas las religiones, al ser humano en general. Frases sobre conceptos que aparecen tanto en el islam, como en el cristianismo, budismo y resto de religiones. No sigo ninguna religión ya que pienso que todas tienen cosas buenas (y cosas malas, claro) por lo que a este libro le tengo mucho aprecio ya que no trata de que te hagas musulmán, o defiende esa religión sobre las demás. Simplemente habla sobre cosas que puedes hacer para ser mejor persona y para ayudar a los demás. Y esa «religión» si es la mía.

A la salida nos encontramos con la joven esposa, y me invitaron a ir a cenar a un lugar cercano frecuentado únicamente por locales, nada de turistas. No hace falta decir que acepté rápidamente.

Me llevaron a un local de esos que tanto me gustan. Mesas bajas, tumbados en alfombras con cojines, a la luz de las velas, donde los hombres fumaban narguile y las mujeres bailaban música árabe. Para variar, el único extranjero era yo.

Estuvimos charlando durante toda la cena, oyendo la animada música y viendo como la gente bailaba sin cesar. Cenamos muy bien y llegó la hora de despedirme de mis nuevos amigos. Les agradecí su amabilidad, y haberme dado la oportunidad de rezar en la Mezquita Azul, y cada uno siguió su camino. Qué gran día!

Tercera jornada: una de museos.

Último día en esta ciudad que tantas buenas experiencias me ha dado. Hoy toca pasear y pasear. No tengo ningún plan.

Tras un buen rato deambulando por las callejuelas de Estambul, llego a «the Basilica Cistern». La curiosidad me pica y entro. Se trata de unos depósitos subterráneos de agua (cisternas), de la época bizantina, para casos de asedio de la ciudad. Esta, es la más grande de las 60 que hay por toda la ciudad, y grande es, creedme. Es como una catedral subterránea dedicada únicamente a almacenar agua fresca.

En una de las esquinas hay dos grandes columnas con unas cabezas de medusa en la parte inferior. Están de lado o baca abajo, según me contaron, para anular los poderes de la maléfica medusa (menos mal, no me abría gustado convertirme en piedra y quedarme allí para siempre 😉 ).

Continué con mi caminata y llegué a un arco un poco cutre donde ponía «museo arqueológico de Estambul». No se si se trataba de una puerta trasera, pero la verdad es que por poco me lo paso ya que nada te hacía ver que detrás había un museo tan maravilloso como el que hay.

Museo Arqueológico de Estambul

Como ya sabéis, me encantan los museos, y los arqueológicos, de los que más. Para adentro que voy!

Con una historia como la que tiene esta ciudad (Bizancio, Constantinopla, Imperio Turco…), os podéis imaginar los tesoros que alberga este museo. Prefiero que lo veáis en fotos.

Efectivamente, había entrado por una puerta secundaria. Tras salir de uno de los edificios, encontré la principal. Esto es otra cosa.

Museo arqueológico de Estambul

 

Continué admirando los restos de grandes imperios pasados…

Una de las cosas que más me llamó la atención fueron las famosas cadenas de las que os hablé antes, las que empleaban para evitar que barcos «no autorizados» cruzaran el Bósforo.

Pasé varias horas en el museo, ya que es enorme y tiene mucho que ver. A la salida, me dí un último paseo por la plaza del Sultán Ahmed, donde había una concentración de escarabajos y saqué unas últimas fotos.

Para acabar el día (y el viaje), nada mejor que una buena cena, en una callecita llena de restaurantes justo al lado del hotel, y a dormir, que mañana tocaba madrugar para coger el avión de vuelta.

Estambul (480)

Y esto es todo. Pocos días, muy bien aprovechados. Grandes experiencias, entre la que resalto el haber tenido la oportunidad (y el honor) de rezar en la Gran Mezquita Azul, junto a miles de devotos musulmanes. Me ha quedado muchísimo por ver ya que la ciudad es enorme, por lo que solo he podido centrarme en una parte diminuta de la misma. ¿Volveré?

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